Si
me llamas, acudo.
O
te acercas y así no vengo.
La
distancia
de
tu lugar se asoma
y,
mirándome,
nada
encuentra lejano.
Tal
vez mi casa veas
tan
a tocar de pie,
de
piel, de mano,
como
quien ya ha llegado;
acaso notes
el rincón donde tiembla
el rincón donde tiembla
la
inconsistencia.
Porque
insistes, aguardo.
Vuela
entonces
hacia
la corta rama
de
mi nido.
Si deseares
quedarte
piensa
que el árbol
tiende
a frágil
y
raquítico,
y
que el verano
puede
resultar largo,
largo conmigo.
largo conmigo.
Cuando
llames, igual no te abro.
Mi
nido tiene
la
medida del tedio.
Queda
dicho
por
si al final,
después
de todo,
no nos vemos.
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